Navidad

A mi que me regalen vida.
Que el viejito pascuero se acuerde de mi y de que me porto bien en casa y también en la u y que me regale tiempo. Un rato. Un paseo, por ejemplo.
Yo no creo en los malls. No creo en la plata. No creo en las "cosas".
Quizás por eso no hago regalos. Antes, con unos amigos del colegio, nos hacíamos los regalos. Juntabamos unas lucas y nos juntabamos durante varios días para literalmente construir un regalo para el cumpleañero de turno. Hacíamos libretas, cigarreras, basureros forrados en collages. Luego, por cosas de la vida empezamos a vernos menos y la tradición murió. Pero creo que quedó mucho de eso en mi. Yo prefiero regalar un jueguete de 200 pesos, hacerle a mi mamá un joyero con palos de helado y tallarines y tempera y brillantina. Regalarle a mi papá unos monos de plasticina como los que hacíamos juntos cuando yo era niña; que no sé... comprarles una blusa, calcetines (??? pesimo regalo, creo yo por lo demás) un perfume.

No se trata de desprecupación; al contrario. Yo, prefiero la experiencia. Que mi novia me acompañe a ver una película el día de mi cumpleaños. Y que la escoja ella. Que me invite a un café después y que me de un beso y una sonrisa. Prefiero que mis viejos se lean un libro que los remonte a aquellos días en que se sentían movilizados por algún ideal. Bajar un documental y hacerles una copia y llevarles un vaso de bebida o una copa de vino a la pieza y dejarlos viendolo.

Por qué si la vida es tan bella... para qué vivirla en las "cosas"? Para qué convertirla en un perfume, en calcetines (!), o un par de zapatillas de 40 lucas... o una chaqueta de 30 o unos jeans de 100. Incluso un viaje de 800. Si por 130 pesos nos subimos al transantiago y nos pueden psar cosas bellas, sorprendentes e inesperadas. O por 3 mil nos vamos por el día a la playa y nos comemos un helado de agua mirando la puesta de sol.

A mi, que me regalen emociones: una carta, un escape sorpresa a cualquier parte, una historia inventada. Prefiero un regalo que me motive, que me emocione, que me haga reir... y llorar. Una experiencia que no se me olvide. Algo que me conmueva hasta las visceras, que se me apriete la guata y que sienta cómo me corre la sangre por las venas. Que me motive, algo que me haga decir "esto..., esto es... y no hay más". Algo que me haga crecer, que amplía mi mundo, mi vista, mis criterios. Algo que me haga pensar y que no se me olvide. No por lo grande... sino por lo simple.

Por que la vida... creo...
no está en el mall, ni en el Starbucks, ni en el viejito pascuero.
Está en el adorno que le pusimos este año al arbolito.

Está en el arbolito: antes de los adornos.

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