Hace días que abro esta ventana y me quedo mirando el parpadear del cursor. No es que no tenga nada que escribir, o que no tenga ganas de hacerlo. Por el contrario, tengo tantas ganas de decir algo que abro esta ventana y me quedo mirando el parpadeo infinito. Como si por arte de magia la página fuese a llenarse de texto.
La verdad es que no tengo tiempo de nada. Tengo millones de cosas que hacer y por lo mismo pienso y siento mil cosas todos los días. Hay días que despierto con ánimo, otros días amanezco cansada, como si las 3 horas que dormí fueran solo una "siestecita" y no un descanso como se debe.
Para el 18 estuve idiota. Me encerré en casa y no salí a ningún lado. Bueno, la verdad es que eso fue no solo por mi idiotez, sino también porque no me gusta esa fecha. No me siento "shilena" y no me gustan ni las fondas ni la chicha ni la cueca ni la cumbia ni los curados joteandome ni hacerme pico tomando solo porque "es la fecha para celebrar la chilenidad". "Shilenidad", quise decir.
Muy al pesar de mis amigos más "shilenos" fui criada en colegio inglés, con un padré que siempre viajó mucho y siempre mirando hacia fuera. Y me gusta tener esta formación medio alienada, pero quizás un poco más refinada, si pensamos en que Kike Morandé es como el "idolo" de pf... tantos chilenos que mejor ni decirlo. Pero bueno, esta entrada nunca se trató de lo que siento con respecto a Chile.
El punto es que todo ha vuelto a ser vertiginoso y rápido. Rapidísimo. Flash!
Pero esta vez, lo estoy pasando increible. La primavera me tiene iluminada y no hay nada como despertar y salir de la casa con el sol pegandote en la cara, solo con una polera encima y un chaleco en la mano por si "en la tarde se pone fresco". Con decir que no he tenido tiempo ni de encumbrar volantines, a pesar del exquisito viento que ha comenzado a ventilar el siempre asqueroso humo que envuelve el valle central. Pero no me importa. Está todo bien. Trabajo como enferma de la cabeza, me duermo tarde y tengo poco tiempo para "mis cosas", y sin embargo lo que estoy haciendo me tiene tan satisfecha y tan feliz que no me importa. Sí estoy esperando ansiosa el verano y las vacaciones con playita y mar y surf humillante, hay que decirlo; pero esto de haber entrado a estudiar cine fue ciertamente un acierto. Ahora, después de un rato, entiendo que el semestre pasado fue un aterrizaje forzoso: de la bendición que implica el trabajo en soledad, sin tener que responderle a nadie, donde no se necesita a nadie más, al estresante y complicadísimo trabajo en grupo, donde hay que responderle a 4 personas más (más o menos) , donde el que no respondan tus compañeros también siginifica atrasar tu trabajo, donde las cosas no solo dependen de lo que uno hace, sino que el resultado está directamente ligado al trabajo que logró llevar a cabo el equipo.
Hoy, acabo de terminar un trabajo. Grabamos en mi casa. Estuvimos cerca de 8 horas grabando, iluminando, enfocando, planificando, moviendo luces, trípodes, etc. Discutimos y nos odiamos cuando algo costaba más; nos amamos y brindamos al final de la grabación cuando vimos que todo había salido bien.
Estoy agotada.
Estoy en casa.
La verdad es que no tengo tiempo de nada. Tengo millones de cosas que hacer y por lo mismo pienso y siento mil cosas todos los días. Hay días que despierto con ánimo, otros días amanezco cansada, como si las 3 horas que dormí fueran solo una "siestecita" y no un descanso como se debe.
Para el 18 estuve idiota. Me encerré en casa y no salí a ningún lado. Bueno, la verdad es que eso fue no solo por mi idiotez, sino también porque no me gusta esa fecha. No me siento "shilena" y no me gustan ni las fondas ni la chicha ni la cueca ni la cumbia ni los curados joteandome ni hacerme pico tomando solo porque "es la fecha para celebrar la chilenidad". "Shilenidad", quise decir.
Muy al pesar de mis amigos más "shilenos" fui criada en colegio inglés, con un padré que siempre viajó mucho y siempre mirando hacia fuera. Y me gusta tener esta formación medio alienada, pero quizás un poco más refinada, si pensamos en que Kike Morandé es como el "idolo" de pf... tantos chilenos que mejor ni decirlo. Pero bueno, esta entrada nunca se trató de lo que siento con respecto a Chile.
El punto es que todo ha vuelto a ser vertiginoso y rápido. Rapidísimo. Flash!
Pero esta vez, lo estoy pasando increible. La primavera me tiene iluminada y no hay nada como despertar y salir de la casa con el sol pegandote en la cara, solo con una polera encima y un chaleco en la mano por si "en la tarde se pone fresco". Con decir que no he tenido tiempo ni de encumbrar volantines, a pesar del exquisito viento que ha comenzado a ventilar el siempre asqueroso humo que envuelve el valle central. Pero no me importa. Está todo bien. Trabajo como enferma de la cabeza, me duermo tarde y tengo poco tiempo para "mis cosas", y sin embargo lo que estoy haciendo me tiene tan satisfecha y tan feliz que no me importa. Sí estoy esperando ansiosa el verano y las vacaciones con playita y mar y surf humillante, hay que decirlo; pero esto de haber entrado a estudiar cine fue ciertamente un acierto. Ahora, después de un rato, entiendo que el semestre pasado fue un aterrizaje forzoso: de la bendición que implica el trabajo en soledad, sin tener que responderle a nadie, donde no se necesita a nadie más, al estresante y complicadísimo trabajo en grupo, donde hay que responderle a 4 personas más (más o menos) , donde el que no respondan tus compañeros también siginifica atrasar tu trabajo, donde las cosas no solo dependen de lo que uno hace, sino que el resultado está directamente ligado al trabajo que logró llevar a cabo el equipo.
Hoy, acabo de terminar un trabajo. Grabamos en mi casa. Estuvimos cerca de 8 horas grabando, iluminando, enfocando, planificando, moviendo luces, trípodes, etc. Discutimos y nos odiamos cuando algo costaba más; nos amamos y brindamos al final de la grabación cuando vimos que todo había salido bien.
Estoy agotada.
Estoy en casa.
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